La baja representación del liderazgo femenino en puestos de responsabilidad es un hecho ampliamente demostrado, sin embargo, últimamente se percibe una mejora en la tendencia y un mayor reconocimiento del impacto positivo que tiene este estilo de liderazgo en las organizaciones.

Según los datos del informe de la Organización Internacional del Trabajo, tres de cada cuatro empresas del sector privado que han incluido a mujeres en su directiva han incrementado sus beneficios. Este aumento se sitúa entre el 5% y el 20%, unas cifras difíciles de alcanzar a través de otras medidas.

Las mujeres líderes, igual que sus compañeros masculinos, se enfrentan a los mismos retos:

  1. La gestión de la incertidumbre y de los cambios constantes en el panorama tecnológico.
  2. La necesidad de tiempo personal para recuperarse del estrés propio del servicio que prestan.
  3. Desarrollar competencias de comunicación y colaboración para una mayor efectividad de sus equipos y mejora de los resultados de su organización.

Tanto mujeres como hombres no lo tienen fácil, deben afrontar los retos actuales y a la vez gestionar mentalidades y culturas corporativas establecidas a lo largo de los últimos 50 años, dónde se ha normalizado las renuncias personales y familiares para desarrollar una carrera profesional “exitosa”.

En las décadas de los 80 y 90 del siglo pasado, las mujeres que llegaron a la “cima” a menudo utilizaron un proceso de masculinización, el arquetipo ‘dama de hierro’ (Margaret Thatcher incluso llegó a adaptar su voz para hacerla más grave y ganar credibilidad entre los hombres). Más adelante, desde finales de la primera década de este siglo, otras mujeres han podido ascender gracias al beneficio de la aplicación de un sistema de cuotas que pretende garantizar la igualdad de géneros, siendo cuestionada la “meritocracia” por otras personas de la organización.

Muchas otras, auténticas heroínas, han conseguido labrarse un hueco y escalar sin renunciar a su propio estilo, haciendo malabares para conciliar vida personal y profesional, cuestión ésta que también es compartida por todos los colectivos de la organización.

¿Qué caracteriza el liderazgo femenino?

Releyendo a un gran referente de un nuevo liderazgo más humanista, Josep Maria Coll, nos llama la atención lo que menciona sobre cómo la codicia, la ambición y la competitividad agresiva, que están tradicionalmente asociadas al liderazgo masculino, mientras que liderazgos más compasivos, empáticos y colaborativos se asocian a lo femenino, a las formas femeninas.

Afortunadamente, todo ser humano puede desarrollar un estilo de liderazgo compasivo, empático y colaborativo, cualidades que, actualmente se asocian a un estilo de liderazgo llamado “de servicio”. Cualidades que se han demostrado imprescindibles para el desarrollo de equipos colaborativos y la creación de entornos flexibles, creativos e innovadores.

Hace 2500 años, Confucio fue el primero en definir al ser humano virtuoso, eso es, el individuo que empieza por liderarse a sí mismo. Sólo una vez éste demuestre su capacidad de liderazgo personal, estará preparado para dar el salto y liderar una familia, una comunidad, una empresa y un estado, sucesivamente.

Y su coetáneo y admirado Lao Tse fue el pionero en reivindicar la importancia de desarrollar el lado femenino presente en toda persona. Él lo llamó energía Yin, simbolizada por lo femenino, la opuesta y complementaria a la energía Yang, representada por lo masculino.

Esta distinción es muy relevante por dos motivos:

Primero, porque trasciende el debate de género, pone a la persona en el centro, lo que permite tanto a mujeres como a hombres, sin distinción, trabajar en sintonía hacia el desarrollo de un liderazgo humanista.

Segundo, porque supera la problemática del lenguaje. Evita hablar de femenino y masculino, por lo que integra ambas manifestaciones de estilos en un todo, sin excluir a nadie.

En conclusión:

  1. Mujeres y hombres pueden trabajar conjuntamente para fomentar la participación libre y meritoria de cualquier persona en el trabajo, poniendo especial énfasis en la conciliación, la equidad salarial y la flexibilidad laboral.
  2. Las mujeres no tienen que renunciar a su estilo, personalidad y valores para hacerse un hueco en el mundo empresarial.
  3. Los hombres pueden, igual que las mujeres, desarrollar un estilo de liderazgo compasivo, empático y colaborativo.

En un mundo complejo, diverso y en constante evolución, convertirse en un/una líder humanista no es una opción, es el camino para desarrollar una sociedad más justa, creativa y solidaria, capaz de afrontar los retos globales.