Hoy, nadie discute la importancia de promover el bienestar de los empleados. Pero surge una pregunta crucial: ¿cómo asegurarnos de que las iniciativas realmente marquen la diferencia?
Aunque el bienestar organizacional ha ganado un espacio en la agenda de líderes empresariales en los últimos años, muchas estrategias siguen siendo experimentales. Las áreas de Recursos Humanos y Prevención de Riesgos han liderado estos esfuerzos, implementando enfoques diversos. Sin embargo, el desafío persiste: ¿son estas acciones tan efectivas como deberían?
Detrás de actividades habituales como talleres, pausas activas o beneficios corporativos, se esconde una realidad más compleja. Es momento de preguntarnos si estamos resolviendo problemas de raíz o solo aliviando síntomas superficiales. Para explorar esta cuestión, partamos de una situación real.
Un día en la vida de Laura: la directora de recursos humanos que quiere solucionar todo… pero no puede sola
Laura comienza su día temprano, como siempre, con una taza de café en la mano mientras revisa su lista interminable de tareas. Es lunes, y aunque intentó desconectarse el fin de semana, su mente seguía trabajando: «¿Cómo puedo ayudar a mi equipo a estar mejor?»
Al llegar a la oficina, encuentra en su bandeja de entrada varios correos marcados como «urgente». La mayoría son de los mandos medios.
- «Laura, necesitamos hablar. Mi equipo está al límite, no sé qué más hacer.»
- «El nivel de tensión entre departamentos está afectando los resultados. ¿Podemos buscar una solución pronto?»
- «Uno de mis colaboradores me dijo que quiere renunciar. Dice que ya no aguanta más.»
Suspira y se lleva la mano a la frente. No es la primera vez que recibe este tipo de mensajes, pero últimamente son más frecuentes.
Antes de que pueda responder, se dirige a una reunión con uno de los líderes más experimentados de la empresa. Mientras él le explica la situación de su equipo, Laura nota sus hombros caídos y su tono derrotado. Al finalizar, él dice algo que le queda dando vueltas todo el día:
- «Laura, me siento agotado. Ya no disfruto mi trabajo como antes.»
Durante el almuerzo, Laura apenas tiene tiempo de comer. Una llamada de otro jefe interrumpe su comida:
- «Tenemos un problema en el proyecto con el área de marketing. Nadie quiere ceder, y la tensión es insoportable. Necesito ayuda.»
A las 4:00 p.m., Laura se encuentra mediando una conversación entre dos departamentos. La discusión se vuelve tensa, y aunque logra calmar las aguas, sale de la sala sintiendo que solo puso un parche temporal.
De camino a su oficina, pasa junto al equipo de ventas y observa algo preocupante: rostros apagados, suspiros constantes, y una energía pesada en el ambiente. Se pregunta: «¿Cómo llegamos aquí? ¿Qué más puedo hacer para que las personas recuperen su entusiasmo?»
Al final del día, Laura está exhausta. Revisa su lista de tareas y ve que no logró avanzar en lo estratégico porque pasó el día apagando fuegos. Se queda un momento en silencio, pensando:
- «Todos necesitan ayuda… y yo también. Esto no puede seguir así.»
Cuando finalmente se marcha a casa, siente una mezcla de frustración y culpa. Quiere dar un soporte efectivo a los equipos, pero parece que todo se desborda.
Es posible que no hayas visto que todo esto haya ocurrido en tu empresa en un solo día, pero si a lo largo de una semana o incluso situaciones parecidas, una semana tras otra.
El bienestar en cifras
Estudios recientes confirman que los niveles de estrés y tensiones en las organizaciones han ido aumentando en los últimos años.
- Un estudio reciente de Adecco Group indica que el absentismo laboral en España ha crecido más del doble en la última década.
- Las bajas por incapacidad temporal muestran un continuo crecimiento y la duración media de días ha pasado de 36,13 días a 41,78 al año.
- El informe de salud laboral de la UGT revela que las enfermedades de Salud Mental son las segundas que más procesos de larga duración registraron en 2023, siendo el diagnóstico que más ha aumentado en los últimos 5 años.
- Un estudio de Deloitte sobre Sostenibilidad humana revela que el 53% de los empleados están preocupados por la forma como el estrés continuo afecta su salud mental.
La prevención es la clave
La empresa de Laura enfrenta una serie de situaciones que, aunque se han vuelto cotidianas, corren el riesgo de ser asumidas como «lo normal». Sin embargo, esta aparente normalidad es, en realidad, una «bomba de tiempo». Cuando las personas están estresadas y agotadas, la calidad de su trabajo disminuye, pierden capacidad de respuesta y su compromiso con la organización se debilita.
Nuestra experiencia muestra que la mayoría de las situaciones que generan estrés en el entorno laboral están profundamente vinculadas con la calidad de las relaciones. Entre los factores más decisivos se encuentra el estilo de liderazgo, aunque también tienen un fuerte impacto las dinámicas dentro de los equipos y entre diferentes áreas.
La sobrecarga de trabajo, otro factor recurrente, podría gestionarse de manera mucho más efectiva en un ambiente laboral caracterizado por el apoyo mutuo y la colaboración.
Por eso, equipar a las personas con las herramientas necesarias para abordar estas situaciones no solo reduce el estrés laboral, sino que también permite atacar el problema desde su raíz, creando organizaciones más saludables y resilientes.
Un modelo integral que fortalece a las personas
El bienestar en la organización es, en gran medida, el resultado de una serie de habilidades que podemos aprender y desarrollar. A continuación, enumeramos algunas claves esenciales:
Para gestionar nuestra energía:
- Identificar nuestros patrones energéticos: Reconocer qué actividades o situaciones nos aumentan o restan energía a lo largo del día, y realizar los ajustes necesarios para gestionarlas a nuestro favor.
- Establecer pautas para descansar: Incorporar descansos estratégicos durante la jornada y fuera de ella. Por ejemplo, cambios de actividad o movimientos físicos que nos ayuden a recargar energías.
- Crear y mantener hábitos sostenibles: Aprender cómo formar hábitos que mejoren nuestra salud física y emocional. No se trata solo de fuerza de voluntad, sino de generar las condiciones adecuadas para el cambio.
Para gestionar nuestras emociones:
- Observar y entender nuestras emociones: Reconocer las emociones que experimentamos a lo largo del día y comprender cómo nos afectan.
- Autoregulación emocional: Aprender técnicas simples, como las basadas en la respiración, para gestionar emociones negativas. Estas herramientas son útiles no solo fuera del trabajo, sino también durante la jornada laboral.
- Fomentar emociones positivas: Tomar consciencia de lo que genera emociones positivas y promover hábitos que las favorezcan. Comprender que estas emociones no suelen surgir por sí solas, sino que requieren ser cultivadas activamente.
Para gestionar nuestras relaciones:
- Crear espacios para pedir ayuda: Aprender a generar un ambiente donde las personas puedan expresar lo que necesitan y hacerlo de forma efectiva. Reflexionar sobre cómo reaccionamos nosotros mismos ante las solicitudes de ayuda es un buen punto de partida.
- Practicar la asertividad: Aplicar pautas básicas para gestionar discrepancias y desacuerdos cotidianos. No solo los grandes conflictos nos afectan. La energía se va por el coladero de las desavenencias cotidianas.
- Fomentar la confianza y colaboración: Implementar acciones simples pero frecuentes que fortalezcan un ambiente de confianza. Por ejemplo, comenzar las reuniones con una breve ronda donde cada miembro comparta su principal reto de la semana.
Contar con estas habilidades no solo mejora el bienestar personal, sino que además genera una cultura de colaboración y un estilo de liderazgo que facilita la disposición al cambio.